Paradoja 21 Century
ADOLFO M. VACCARO

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ANTOLOGIA DE LA NUEVA POESIA HISPANOAMERICANA
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POETAS TRADUCIDOS

POEMAS de Adolfo M. Vaccaro

GUITARRA

 

Desde tus lánguidos ojos de caja enracimada,

tres pares de vías cruzan tus durmientes,

hasta perderse a lo lejos,

allá,

en el puente final,

cuerda adentro,

donde el alma transita madera.

 

Las aves nocturnas se posan de a gajos

en el arriado mástil de canto y bandera

y que en solitario himno

promete milagros.

 

Accesible sueño del pobre más pobre

que apuntala en zoque

llantos milenarios.

Bastión de oquedades

estirpes de oriente

que dieron su moro

y helénico albergue.

 

Laguna profunda que emana dulzores

de pudor alado,

templanza de voces

disueltas en pródigos y variados saltos.

 

Endecha de tierra virgen,

concierto de historia cierta

precursor deseo que ilustra poetas.

Señal de infinito,

silueta de amor reposado

que en trémula falda

encierras tu espacio.

 

Cuerpo abierto de Araucania

que en los ocultos desvelos

viera nacer la nostalgia

de su grito prisionero.

 

Ejecutado abolengo

por el dueño del anhelo

que busca escurrir sus manos

por debajo de tu velo.

 
 

NAZARENO

 

Algo extraño viene sucediendo.

El sempiterno occidente jura albergar nazarenos.

Sus seculares dueños,

Santa sede y dogmas reformistas,

dicen tenerlos predicando y milagreando a los vientos.

Parece que algo de cierto fuera,

dado que he visto desfilar

el llanto pobre y peregrino,

el amparo hegemónico

y el restaurado olvido esperanzado.

La limosnera caja se harta de níquel,

el diezmo presagia reinos y apogeos,

la donación multiplica el cielo que desconoce.

Las madres del nazareno se pasean ufanas y suntuosas,

entre infinitas plegarias y cortejos de boato insoportable.

Mientras, sigo buscando, incansable,

al trasmigrado Él oculto

manifiesto de escribas que admiten su espíritu

y el maquetado cuerpo del suplicio enhiesto.

Y no me conformo.

Trato de encontrar sus sentidos para presentarle los míos,

hablar de los hombres, del párvulo hambriento,

de la ancianidad vejada y el verbo invertido.

Lo sigo rastreando.

Alguien me ha dicho que está por Oriente,

enfrente de un tanque, con cara de niño y manos sangrantes,

sustrayendo cruces de nuevos martirios.

 

 

VIEJO CIEGO

 

Brota el estaño canzonetas

degustando humo, pesgo , esplint,

sustento gris que el despojo anida

en el dulce vino del escarnio.

 

Vuelto terminal de propina

que alberga la nube en manotada,

previendo el mendrugo de morada

cubierta de renuente sombra.

 

Tu musitado canto genovés

descubre hielo de reminiscencias,

fatuos espolones, causal de tiempo

que se instaura en riachuelo.

 

Viejo ciego, asume el vaho

empuña cauces de blonda corchea

varada en el atrio de antiguo vacío

que acalla su diáspora pena.

 

 

ESCRIBO

 

Escribo con el silencio del niño hambriento,

con el clamor de la mano encallecida, sin trabajo.

Junto al verdor de mi tierra,  pertenencia de otros

patrones de un osario, ya sin sueños, ya sin patria

 

Escribo desde una cama de hospital, abarrotada

por fantasmas carecientes de inútiles placebos,

cristales adormecidos, sugeridas lágrimas

que ensombrecen conciencias, vergüenzas y reparos.

 

Escribo como un ataúd, sediento y pobre

buscando acelerar el luctuoso desenlace,

negando la versión falaz del indolente

acumulando muerte bajo la tierra de sus fauces.

 

Escribo con la oración que se reza en la capilla

que nunca llega a tiempo a cumplir su encomienda

y aunque la ola humana se convierta en un grito

la fosa sigue abierta tragando su esperanza.

 

Escribo desde la sal observando el sodomismo,

desierto viviente que me devuelve en párpados

extrayendo imágenes disueltas en un rictus

ofrendando cuerpos de arraigos pervertidos.

 

Escribo desde la penumbra calámica de Oriente

plagada de odio, venganza y miseria,

ordenanza de escribas, globales infamias,

Babeles que caen sosteniendo excusas.

 

Escribo desde el argento río que encarama

un nadir batiente, segregado e impedido

por un cenit  ciego, generoso de abalorios

que ha yermado el alma con cerrojos de injusticia.

 

 

 

TANGO

 

Sigilo de un vértice en besante muslo

rescoldo de pinza

usurpándome

lustrando compases de arrabales idos

recuerdo de lengue

envolviéndome.

 

Manos crispadas brizando tambores

esclavo insepulto

observándonos

el látigo suena en un dos por cuatro

disueltas pasiones

abarcándonos.

 

El eco del mundo contempla tu ocho

mordaza del ritmo

entregándote

charol de unos pasos desean tu vuelo

percal de gorriones

renaciéndote.