TATUAJES DEL ALMA
yo he de nacer de mí
socorriendo a la madre que se avecina imposible
como imposible hade ser el vértigo mismo
por la errante mortaja de la arena
yo no soy de esos que aman a su madre
cuando la noche aventura un ojo impúdico
desde el invierno que la piel ilumina
sobre los rastros del polvo
yo no soy de esos travestidos de lluvia
donde el estío es tránsito calculado
ausencia de sí en el sepulcro de la casa
mi madre puede ser un perfil semejante
muriendo cada tarde los tatuajes del alma
y no ser padeciendo mi vientre solo huesos
a los nueve años
un hombre dejó mi piel como la hierba
evitando la ingenua cisura de mi cuerpo
dejó días incontables
acequias que pudiera olvidar
si no fuera la noche tanta y muy oscura
con su rotundo peso destejido
habitó en mí una casa lánguida
sobre la cruda falsedad de perderme
unas largas manos crecieron
un lugar donde mirarse
el rabioso borde de los cuchillos
hoy solo queda
un ligero aprendizaje de la nieve
PRONOSTICOS DEL MIRLO
padre
recuerda que también has pronosticado el mirlo
has cosechado la ausencia
y yo no puedo más que elegir
acostumbrarme a ser la rosa de signo oscuro
o morir una extraña levedad de todo
padre
puedes volver a las columnas
a los techos acendrados en la noche
por la fugaz penumbra de los adulterios
padre
puedes partir seguro
jamás robaré tus cigarros
jamás beberé tu vino
ULTIMAS PALABRAS DEL JOVEN RIMBAUD AL POETA PAUL VERLAINE
para N. E. cómplice
hermano paul
querido verlaine
mi amante
ayer te he visto pasar desnudo
embarazado de dolor en todo tu parto
adivinando el iris de mis ojos tras el lienzo
dormido o despierto
insomne o sonámbulo
pero caído hasta mi piel
con el orgullo de la ciudad atemperando el cemento
ayer a ratos me sentía un pájaro
era uno de tantos con perfil de cadáver
donde quiero deshacerme prisionero
esclavo del vuelo sobre mi lumbre
ayer parís no semejaba parís
tan solo un simulacro de la aurora
y notre dame padecía tu pupila
corriendo la lluvia hacia el sena condenándose
ayer a ratos era homicida
ícaro sin alas mecido
por las llamas eléctricas como un muro
y lejos
tan oscuros como el mar
morían los mirlos del cansancio
fugitivos de su propio fuego
ayer casi isla me quedaba*
y hoy también desnudo y sin sexo
me atrevo a ser roca con pálpito de templo
cuando aborta la tempestad los calendarios
y no me basta la sed
ni se corrompe este verdor entre mis piernas
ayer fui pájaro y reloj
otro cuerpo sin precio
ayer a ratos quise ser cruel
quise morir y no estabas
era inmortal
para ver en mi rastro la edad del almendro
adiós hermano paul
querido verlaine
mi amante
quiero morir y nada puede salvarme
el albatros ha partido
las islas son tal un pueblo de barcas
y la noche
un solitario puerto donde errabundo espero
ebrio con mi naufragio de naipes
inválido de tiempos
hermano paul
querido verlaine
mi amante
has que la ciudad coma su polvo*
* ARTHUR RIMBAUD
PÁGINAS DEL AGUA
Ven, hermano, mitad de mí. Incompleta es tu carne que me desconoce; porque nombrar la luz sería como matarte la mirada, tenerte ciego a pesar de todos los días que puedo resucitarte; cuando sea domingo.
Mi jardín será otro juego de la memoria, sin la costumbre obligada de conocer el camino.
Hermano que no quiero que seas mío, para poder amarte como amo a otro; ven a escucharme todo este silencio, las caricias que me impido pensar en tu rostro.
Ven, hermano de mi entraña; a negarme el fuego. Proclama la edad del agua, ahora que somos piedra, el tiempo indiferente.
El viento ha de ser como una aurora muerta, el vaso herido al borde del café, cuando no brotas reflejo, más que en el recuerdo.
Por eso quiero que seas, hermano mío, carne solamente de mi padre, como si mi padre te hubiera engendrado de sí mismo, y te abortara frente a las nubes donde nunca danzarán, porque nunca serás objeto de la danza, más bien del descalabro.
Páginas del agua son éstas que escribo. Palabras fundadas por toda su impotencia, para bebernos el miedo, el terrible pudor de un beso.
Pero no, hermano, quiero también que sepas cuán imposible son los desnudos, cuán horrible me parece que seas el verbo de mujer, que tengas madre como ésta, la mía, que censura el riesgo del agua, con la parte de mí que no soy yo, porque eres tú.
Ven, hermano, a compartir el vicio de los insomnios, para hacerme dormir sobre tu sombra cada tarde, sobre mi propio semblante marchito, prohibiéndome el sabor de la arena.
Para Antonio M. Regueiro,
hermano desde el cansancio.