CORAZÓN DEL ARPISTA
Perfectos oidores, acérquense
a mi madero, sinfonías en adarmes.
La muerte es un trabajo que no cansa.
No muere este cansancio que trabaja por mí
del otoño al molar, del patriotismo al sueño.
Sopla la cortadura al árbol contra el lente
y puedo ver y tengo en mi mano esta flor
que ha esperado un viejo discurso junto a la hoguera.
Sea limpia mi náusea; caiga al amanecer
en lugar de la chispa que se desprende del durmiente.
La Forma va a subir, sí, volveremos al camino
sin el bulto del ojo en noche nueva,
sin más luz para azorar las voces del camino
-sostendré el silencio de mi flor
otra vez tan medido y esparcible
como un miedo de sierpes confinado al desierto.
¿Sí-verdad que es Santo el vacío
del corazón? ¿Verdad que rozas el miedo
a tener tu cabeza tallada en un armario?
La carne de la flor no está en sus laberintos.
Puedes vencer la puerta que da al ansia de un perfume
sin voz con que envolver su atrocidad.
Sólo es medio kilogramo de carne
pasado por el frío, salva: el hueco donde dejar la mano
después de escribir por qué el frío llena, por ejemplo.
Coman mi corazón que no adoptó otra burla
cuando se consumía en los platillos
de la balanza. Guías
jóvenes y afilados en las utilidades
-vidrio blando del oído,
música desesperadamente afuera-
mi mano es este idioma que arde junto a la flor.
(4-junio-2003)
PAYASO
Mis hermanos son más fuertes. Caminan solos.
Aunque el pincel rojo a veces diluye
los signos de mi cara -olfato y pupilas-
puedo ver sus victorias disueltas en el aire.
Soportan la ojeada del tiempo como un brillo
que no anduvo en sus bocas ni en la estrella.
Hablaban dónde había hambre y sed
sólo después de haber sentido sangrar la caja y los zapatos.
Con mis pies yo hago menos
que ellos con un cansado temblor de las pestañas.
Su pasado es el último botón.
Mi alma está previsto que entre y salga
como una venda fría. De un martillazo
a un nudo, encabalgado entre armes y desarmes
de jaulas y redes -se negoció así- yo corro,
caigo por afuera de las bombillas
y siempre vuelvo al círculo.
Ir huyendo delante
de mí: estaba escrito que esto da risa.
Pero ellos, mis hermanos silenciosos, más fuertes.
Ardían sin dar luz, partieron con oblicuas
uñas de aves la tira del contrato.
Storni, Pavese, Pizarnik, Escobar, ahora
tienen su propio asiento, su acto en la oscuridad.
(4-Junio-2003)
CUERPO VELADO
Somos los dos cadáveres que deben estar limpios
a la vuelta del sol. Creíble hubiese sido
perder sobre la arena de tu pecho, tenerte: en vez del humo.
Pero mucho más abierto sucede el no saber,
no ser: dónde, en qué esquina de qué calles
la soledad y el deseo son un papel disuelto en el agua.
Incluso si esperases al fondo de una tarde, quizás nunca
habrías tenido necesidad de que alguien
estuviera amándote así. Un loco, un borracho sin dinero
que podía sacar un cuchillo.
Cierva blanca escuché -nombrada hacia la luz-
y apenas era Borges, miniaturista ciego.
Te soñé con un vicio sólo comparable a la verdad,
a la carne. Te defendí del sueño.
La más honda presencia en el bosque:
planifiqué tus hijos, la gordura y el frío,
cada antigua hambre por el olor a hembra.
Fui infeliz con la última ilusión
de arrastrar tu pureza en la caída y ser real.
Me esfuerzo para ti con la ignorancia ardiente
con que los esclavos alzaban pirámides,
ni siquiera son míos mis actos más oscuros,
la fe, la soledad, pensar en el suicidio...
Ahora mismo, cuando imagino a Dios dudando si incluir
estas acotaciones en mis diálogos,
pensamientos, adornos interiores,
actúo.
Víctima de la sed, sueño estarte moviendo
a algún tipo de lástima, mientras a mis espaldas
velas cómo Dios saca apuntes encorvándose,
qué he hecho y de qué párrafos se me acusa.
Prever que existas de esa misma forma improbable
en que existo, me ha dado la confianza, el vigor
propio de un onanista en un cine en penumbras.
Entonces caminas sin mí por La Habana, México o el Tíbet,
en gentíos tan grandes como la noche, un rostro
y un fósforo, donde he sido
-puedes extraerme de raíz
con una mano sola que atraviese la pantalla.
Pocas, muy pocas novias
se me habrá conocido. Y aún serán menos.
Nada.
Ninguna realmente.
Sólo tú veías por mis ojos,
has dormido en mi espanto.
La mano tuya es casi mi mano que dibuja
un gran pájaro visto de lejos en la infancia.
Sólo tú.
Nos tienen juntos boca arriba en una piedra.
La noche de este mundo ha oído a las mentiras
ensañarse con nuestro corazón,
sacerdotes de ojos calientes abren caminos en la carne
y van guardando aquellas partes blandas
en un vaso pequeño.
Estamos fuera de nuestro alcance
para hablar o rozarnos las puntas de los dedos,
no podemos herirnos más.
Somos los dos cadáveres que deben estar limpios
a la vuelta del sol.
(5-Junio-2003)
FONDO DEL OJO
Pedaleabas dulce y vorazmente.
Girabas como un prisma nuevo en mitad del mundo.
Deshacías distancias entre ideas / colores
fatiga voluptuosa / invulnerables ecos.
Le pusiste el candado viejo a la bicicleta
y llegaste corriendo a la consulta.
"Si te cuidas, no tienes por qué terminar ciego",
dijo la especialista.
Ese día, por primera vez, miraste
dentro de la cerradura antes de pasar la llave.
El camino / el paisaje de regreso
hace ruido, inmensa fiesta incomprensible.
Tienes la sensación de que ningún objeto
negro o blanco -cerca o lejos- se deja recordar.
(14-Junio-2003)
TRANSACCIÓN ILEGAL
Sólo el infierno se merece. Y lo buscas.
Por una extraña caducidad de las iluminaciones
fondeas cómodo, no en el límite
sino con la más clara conciencia de su imagen.
Un lindo comensal: un viandante de bien,
ríe con la ausencia correcta, cifrada, y vive
para ver el motete de la espuma en las zanjas.
Tu ilusión se alimenta como un padrastro
en la habitación contigua -y deseas esa hambre
para ti como un hijo de verdad.
Deseas té para pagar una ópera china
que cante el grito mudo que te da tanta risa.
La enjundiosa espiritualidad aerodinámica del dinero:
sólo es falsa tu mano que lo estruja,
y más, más falso el ojo.
A la playa subes
por el cuello del ahorcado: tomar sólo paciencia
hasta que se compruebe la afabilidad de la falta de oxígeno,
cómo puedes pagarte,
blanquear la orilla.
Le acuestas al país un país más extraño.
Nada hiere sin que haya sido un sueño,
la prótesis vidriosa de tu vieja
que aún mira.
La úlcera, el alquiler,
el gran tintero. Y lo buscas.
(17-junio-2003)